La Tienda es, quizá, una de las novelas más imaginativas de Stephen King.
Estarás de acuerdo conmigo en que la premisa de la que parte la obra es, como mínimo, sumamente original: en el pueblo de (cómo no) Castle Rock, una persona rodeada de un innegable halo de misterio monta una tienda llamada Needful Things (cosas necesarias).
Hasta aquí, nada reseñable.
La trama se convierte en claramente kingniana en el momento en que el dueño de la tienda, Leland Gaunt, parece tener en ella justamente aquello que cada uno de sus usuarios necesita o lleva mucho tiempo buscando.
Interesante, ¿verdad?
Pues si quieres saber más cosas de La Tienda y de sus clientes, tan sólo tienes que quedarte aquí conmigo. Como siempre, te aseguro que lo que vamos a hablar aquí tú y yo está libre de los temidos spoilers, por eso no tienes que preocuparte, y que además de postre nos tomaremos un, espero, delicioso Monigote de tito King dedicado, como no puede ser de otra manera, al libro que nos ocupa: La Tienda.
¿Quién -o qué- es Leland Gaunt?
Leland Gaunt es, ni más ni menos, el mal personificado. Amable al principio, jugará sus cartas ante cada uno de los habitantes del pueblo que va desfilando por su tienda para, inevitablemente, ponerle delante de los ojos aquello que -a lo mejor incluso sin ser consciente de ello hasta ese preciso instante-, desea desesperadamente.
Ya sea un antiquísimo cromo de béisbol imposible de encontrar, una figurita de colección o una máquina que predice los resultados de las carreras de caballos, todos los objetos de la tienda Needful Things parecen tener el dueño perfecto en uno de los habitantes del pueblo.
El precio de tus deseos
¿Qué pagarías por algo que siempre has deseado?
Imagínatelo.
Entras en una tienda que te llama la atención y allí, en una de sus estanterías, encuentras ese objeto que sólo has imaginado en tus sueños. O puede que no esté en las estanterías, a la vista de todo el mundo, si no que el bueno de Leland lo tenga en la trastienda, esperando a que llegase el propietario perfecto, esperando a que tú atravesaras la puerta para ofrecértelo.
Quizás pensases que estaba fuera de tus posibilidades, que el precio de semejante tesoro se escaparía, y por mucho, de lo que podrías pagar por él.
Pero, oh sorpresa, resulta que no es así. El precio es irrisorio, casi simbólico.
Claro que, a cambio de pagar una cantidad tan ínfima, tienes que comprometerte a hacer algo que Leland te pedirá.
No pienses mal, no vas a tener que matar a nadie ni nada por el estilo.
Tan sólo tendrás que gastar una broma pesada, como romper las ventanas de una casa o manchar de excrementos la ropa tendida.
Ya, no es nada gracioso, pero es que deseas tanto eso que te está ofreciendo Leland…
Entretejiendo la telaraña
Partiendo de esa premisa, King va tejiendo de manera magistral la telaraña de lo que inevitablemente va a acabar sucediendo en Castle Rock.
Las rencillas existentes entre los ciudadanos del pueblo se van viendo alimentadas por los actos que, inconscientemente, comenten otros habitantes del pueblo a cambio de los objetos de la tienda.
¿Que me han pinchado las ruedas del coche?
Pues tengo claro quién ha sido: mi vecino que me odia desde siempre, qué sentido tiene que haya sido alguien que vive al otro lado del pueblo, que conozco sólo de vista, y con quien apenas he cruzado tres palabras en toda mi vida…
Así, a lo largo de sus más de mil páginas, Stephen King nos cuenta las grandezas y las miserias de los habitantes de Castle Rock con esa maestría que sólo él sabe desplegar en sus personajes.
Los amarás, los odiarás a muerte, sentirás pena por ellos o incluso sufrirás con lo que les va sucediendo. Es inevitable que en un libro tan extenso como éste haya altibajos, pero en líneas generales el nivel se mantiene altísimo durante toda la lectura, haciendo especial hincapié en el manejo de los personajes, reales como la vida misma.
El ciclo de Castle Rock
Como curiosidad, el libro cierra lo que el propio King ha llamado el ciclo de Castle Rock que incluye un buen puñado de relatos y novelas.
Si hubiera que seguir un orden de lectura antes de llegar a La tienda sería el siguiente (aunque insisto en que se pueden leer y comprender perfectamente por separado o en distinto orden):
El cuerpo (incluido en Las cuatro estaciones)
El perro de la polaroid (incluido en Las cuatro después de la medianoche)
Por último, antes de saltar al monigote de esta semana y aunque ya te habrás dado cuenta por las imagenes que acompañan al post, simplemente decirte que la Tienda tiene su correspondiente adaptación cinematográfica con el magnífico Max von Sydow en el papel del enigmático Leland Gaunt.
Aquí te dejo el trailer.
Y ya vamos al monigote de La Tienda.
Estaba dándole vueltas al tema cuando se me ocurrió que el libro data de 1991.
¿Crees que la trama sería factible en los tiempos que vivimos actualmente? Ahí lo dejo, para que lo vayas pensando 🙂
Y como siempre, te pido tan sólo un pequeño favor: COMPARTE.
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¡Gracias por quedarte un rato conmigo, espero que te guste!